27 de julio de 2011

Oslo, tragedia anunciada.

El mundo se ha vuelto loco y con él, de alguna forma, estamos dándole la satisfacción a un individuo de nombrarle loco a su vez.
En Oslo, Noruega, Andres Breivik detonaba en el centro de la ciudad una bomba, pistoletazo de salida para comenzar su matanza en la isla de Utoya.
Casi 80 fallecidos y otros tantos en estado crítico.
Mensajes de una superviviente: Mamá, llama a la policía, hay un hombre dando tiros...Aún estoy viva.
Podriamos hablar de una tragedia anunciada, narrada en red vemos como el mal mental de este ente, pasa de noble caballero que mancilla a los templarios con su racismo hasta un simple seguidor del sacrificio de masas pàra resarcir sus propias heridas.
Se vale de la xenofobia ajena para dar rienda y respaldo a su odio que en esta causa desubicada encuentra un vía de salida.
¿Racista que mata a sus jóvenes paisanos?
No. Sólo desequilibrado emocional, asesino de niños.
15 años sin hablar con su padre, silencioso, educado, aseado pero de puertas para dentro, una pobre alma autocastigada, posiblemente con heridas familiares, traumas, decepción adolescente de papá que una vez más le niega la palabra, esta vez, hasta la sangre.
Papa ausente quizás, divorciado, vuelto a casar con una diplomática... Un niño despechado.
Su aversión contra la diplomacia, hacia el extraño vencidario y no siempre hacia el extranjero.
Y encima en los medios le premiamos titulando la noticia como el desea, "Monstruo", "monstruosa masacre". No le demos ese beneplácito. Llamémosle alma desgraciada, rabieta de niño desheredado, asesino vulgar, tal vez loco pero no incapacitado mental.
21 años de condena sin arrepentimiento siguiendo la ley noruega... Esperemos que algo cambie y lo retenga de por vida pudriéndose en una celda.