16 de abril de 2013

Boston red light

Ayer, en Boston, se produjeron dos explosiones en la meta de la maratón matando a tres personas, entre ellas un niño de ocho años y provocando más de un centenar de heridos...
Cómo no iba a temblar la gente de nuevo siendo del país que sean, cómo no íbamos a estar todos pegados al televisor con las manos en la boca ahogándonos el grito y las lágrimas de horror a medio salir al ver las imágenes de extrema crudeza, donde las calles se teñían de charcos de sangre y las víctimas grababan en primera persona su propio terror.
El presidente Obama, mandó un mensaje de calma diciendo que se haría justicia y que no debíamos sacar conclusiones hasta no tener los resultados de las investigaciones que se estaban llevando a cabo.
Pero claro, eso es imposible.
Dado que la herida del 11-S aún no se ha cerrado y que Madrid y Londres siguen pesando en nuestras mentes, cómo no vamos a estrellar nuestras ideas directamente contra la pared del terrorismo islámico, cómo no iban a reaparecer los prejuicios y las miradas de reojo... Señor presidente, es imposible.
Sin embargo, diré. que mi primer pensamiento al oír lo de las bombas de la maratón y el incendio en la biblioteca, fue "qué desorden".
Pensé que más que un ataque terrorista, era un ensayo o tal vez un principiante jugando a imitar a alguno de sus ídolos.
Ahora que se acercan los funerales de la Dama de Hierro y las maratones de Londres y Madrid, todos queremos pecar de prevenidos y salir sin miedo a correr, como insinuando que ningún miedo nos hará frenar la marcha y que estamos preparados.
La cuestión es ¿corremos verdadero peligro? ¿se estarán riendo de nosotros? ¿de verdad confiamos en que no tenemos miedo?
Está claro que no podemos dejarlos creer que pueden paralizar nuestras vidas pero al precio de cuántas otras.
La verdad es que hablamos de desgracias producidas por desconocidos desgraciados que en nuestra rutina no pasarán de ser portada de periódico, carne del sensacionalismo que no le deje desaparecer y un archivo "X" más en algún cajón.
Quizás ellos piensen que les vale la pena hacernos daño de forma gratuita, bien porque un dios invisible les reconocerá, porque sus "hermanos" le santificarán o porque simplemente, no son nadie. Y no, no hablo de islamistas solamente, si no de esas personas que en este mundo existen porque la naturaleza es caprichosa y el destino un siniestro calendario en el que todos tenemos un día de salida y otro de meta.
Quizás pensemos que por estas causas vale la pena librar guerras contra grandes dictadores "come-sesos" que dominan con ideales al pueblo y que es motivo suficiente para masacrar inocentes donde no nos tocan o podemos verlos, lo más cerca que los tenemos, es tras el cristal de la televisión, donde las cámaras morbosas registran hasta el último colgajo de carne que queda en las paredes y los suelos. Nos hemos hecho insencibles ante la tragedia ajena.
Sin embargo, concluiré diciendo que sea quien sea el autor/a de este día, estoy casi segura de que no anda sólo, que no será el último pretexto de guerra y que a pesar de todas estas conclusiones a las que hemos saltado en unas cuantas líneas no sabemos nada. Nada más que inventar lo que el miedo y la intuición nos dictan.
Estamos escocidos pero también estaremos fortalecidos. El hombre crece ante la adversidad, el enemigo no nos debilita, nos enseña a ser más fuertes y astutos en el momento aprendemos a devolver un golpe con la mañan y no con la fuerza.
Acompañamos en el sentimiento a las víctimas. Ojalá que todos los que corren nunca dejen de hacerlo y los que ya no puedan guien nuestros pasos hasta la meta.

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