28 de octubre de 2010

Sánchez Dragó ¡qué pena!

Pena exactamente es lo que me da.
Pena de las declaraciones aberrantes de un escritor español, pena de que la gente compre un libro de quien no respeta a la infancia, de quien tergiversa palabras a su antojo cuando la audiencia se ruboriza de sus escenas.
Pena me dan las mentes que aún lo tengan en un altar de literatura e intelectualidad, las mentes que acecha en las universidades donde imparte, de los ojos que le ven en la televisión y los oídos que le escuchan en todas las cadenas....¡Sigan dándole publicidad!
Está bien informar, pero de ahí a exponer sus palabras a la vista de mayores y menores en noticias y patios de sobremesa...Gran error tan firmes muestras de su falta de respeto.
No es mejor la denuncia textual cuando las palabras del escritor son tan "visuales".
No se si con todos sus escándalos sexuales pretende hacerse propaganda, en su desesperación, a toda costa, aunque sea de esta calaña o es que es de esas personas que un día se hizo famoso por un texto y hoy no sabe medir sus palabras, ni comprende un silencio a tiempo o es que el respeto y la educación, no sólo por la literatura, si no por las personas (que me parece más grave) desde su silla es sólo un chicle en su zapato. No lo sé.
Sólo se que me resulta vergonzoso que una persona que narra con orgullo sus experiencias con niñas, fantasías o no , terribles, siga presidiendo programas, charlas universitarias...No lo es menos quien le ayudó a publicar tal vomitivo asunto.
Pero ahí está. Es, publica y dice lo que le queramos oir y leer.

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