En efecto, con esto me he encontrado al hablar con personas que dicen ser progresistas, solidarias, rebeldes de palabra, en la letra de una canción revolucionaria identificados pero sin dejar de ser nunca intolerantes.
Me han contado como los niños con problemas psicológicos o agresivos influidos por el ambiente deben ser expulsados de los colegios que sus padres pagan a cientos de euros, que deben dejar de "joder" a los que son "normales" y que sus padres son quienes deben hacerse cargo de ellos.
¡Qué fácil es hablar desde la orilla de la normalidad!
Sin pensar en echar una cuerda a quien se ahoga en el río.
¿Y tú que harías con ellos?
- ¡¡¿Yo?!! Nada, yo no tengo que hacer nada con ellos, que se vayan a su casa o a la calle pero que no molesten a los demás.
Si, así es, recen porque sus descendientes nunca tengan un problema mental ni social, den gracias de no estar en esa situación, porque la sociedad, por muy "hermana" que se diga y se grite, no es más que una frase hecha. No es cierto, todo es mentira, somos insensibles e intolerantes, incluso cuando pagamos por buscar una solución.
Expulsamos al desobediente, agresivo, al que insulta y se rebela a voz en grito con la mano levantada pero no le ayudamos ni contratamos al personal cualificado porque perdemos el dinero que los padres nos dan para la educación: ¡La educación de sus bolsillos!
Violamos los derechos fundamentales del menor.
A la educación, a una vida digna, a la igualdad y a la solidaridad.
Dejamos de ser docentes, educadores, maestros y padres porque se nos ha complicado la faena.
Lástima que los centros que optan por la segregación de los niños difíciles sin control ninguno no pierdan prestigio en su nombre con cada expulsado después de hacer el mínimo intento por ellos.
No es que nos falten centros especializados, es que cuando los ha habido, hemos dispuesto en ellos a los inestables emocionales, los callejeros y los mentales sin tener en cuenta sus características y sin ningún tipo de terapia.
Terapias anunciadas, que acaban siendo palabras en un folleto de falsa "curación"
No es sólo que queramos reeducarlos al margen de la sociedad a la que se han de reincorporar, es que mezclamos a tigres y leones sin pensar en el daño que eso puede conllevar si uno de ellos responde más debilmente.
Los centros marcan un método general para todos y no dejan que el educador preocupado en su labor maneje la situación adaptando el método al problema.
Cárcel de menores. No deberían ser todos presos.
No hay conciencia real de la problemática juvenil, no hay centros que se adapten a cada necesidad ni persona que no les rehuya nuevamente vayan donde vayan o paguen la cifra que paguen.
A algunos sus padres les sirvieron de comienzo, a otros las tardes a solas, unos por el ambiente de dentro y otros por el ambiente de fuera, unos porque sólo los chicos malos les dejaron entrar en el grupo y otros porque hay algo en su cabeza que no siempre conecta...
Piezas a las que les ensañamos demasiadas veces lo prescindibles que son para los demás y sin embargo nadie les dice que son piezas, personas claves, en sus propias vidas y que tienen tanto derecho como los demás a ser queridos y a querer. Necesitan el cariño humano aunque lo nieguen a patadas.
No importa la religión ni la condición, pocos, pocos por más que hablen, saben realmente mover los hilos y demostrar su apoyo al prójimo.
Así los hemos criado y así nos los encontramos.
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